Pero
esta violencia no solo se ejerce con el alto volumen sino con la imposición, es
decir, obligar a alguien a escuchar lo que no se quiere”. (Narvaez-Conacyt
2015).
Esta
violencia acústica no se reconoce como tal, pero se practica en muchos hogares
de conjuntos residenciales y barrios, donde es común subir en exceso el nivel
del volumen de la música, incluso en celebraciones a altas horas de la noche,
irrespetando a los vecinos.
Este
tipo de violencia, también es común en zonas comerciales, plazas y calles de
centros urbanos donde compiten los comercios con diferentes tipos de música en
alto volumen.
Muchos
vehículos que tienen grandes bocinas llamadas, transitan en calles y avenidas
sin reparo.
Esta
práctica de oír música en alto volumen, nos permite observar una interacción
social desde los siguientes elementos:
–
Imposición de un tipo de música, con ausencia del respeto, pues se desconoce el
derecho que tiene “el otro” a tener preferencias musicales distintas.
–
Ejercicio de poder violento a través del alto volumen similar al intento de
aplastar físicamente al otro desde una aparente forma simbólica.
–
Resistencia al silencio y su valor para aprender a escuchar y crear un clima de
paz.
–
Poca conciencia de los efectos dañinos del ruido en los ámbitos psicológicos,
fisiológicos y sociales.
La
violencia acústica afecta notablemente la cohesión social y la convivencia
armónica al interior de las familias, vecindarios, residenciales, barrios y
centros urbanos.
TAHIRA VARGAS GARCÍA. (22 abril, 2017). El ruido en nuestra convivencia social, ¿ejercicio de violencia?. 26 de junio, 2019, de Hoy digital Sitio web: http://hoy.com.do/el-ruido-en-nuestra-convivencia-social-ejercicio-de-violencia/